Yo desmiento, tú desmientes... todos desmentimos

No hace ni dos semanas el cantante de Jamiroquai, Jay Kay, concedió una entrevista a The Mirror en la que afirmaba –si el periodista no nos engaña- su voluntad de dejar la música. Lo hacía directa e indirectamente y en varias ocasiones. A través de declaraciones como: “Estoy aburrido. No quiero volver a la carretera. Todos necesitamos un descanso”. Al menos durante un periodo prolongado de tiempo, parecía claro que el artista se iba a retirar. Pues no. En cuanto Jay Kay bajó del avión –hace unos quince días Jamiroquai entró en el Guiness por ser el primer grupo en ofrecer un concierto en un avión en marcha a diez kilómetros de altura - montó un gran jaleo y publicó en su web oficial una nota en la que asegura que la culpa la tiene el periodista de The Mirror, que no estaba atento a sus palabras o que se pasó de listo. “Como de costumbre, ¡se han equivocado por conseguir un titular barato!”, dice el cantante sobre el artículo que el periodista de The Mirror tituló con un musical “Jay Kay Bye Bye”.

En octubre del pasado año, mi querido y respetado Jaime Urrutia, músico de alma torera y ministro del rock español, protagonizó una de las entrevistas más esperpénticas –al margen de las de Tip y Coll, tan añorados esta semana- que se han podido ver en el mundo de la música nacional. Fue en La Voz de Galicia y en ella se pudieron leer diálogos como los que siguen:

“- Al igual que Dylan, ¿le gustaría seguir en el escenario hasta los sesenta y pico o coger la jubilación la anticipada?

- Me has hecho la pregunta de mi vida. En principio me gustaría estar hasta los sesenta y pico pero, ehh, umm.... ¿la pregunta cuál era?

-Se la repito

- Ya. Bob Dylan es sólo él. Es el mejor. Yo me voy a retirar el año que viene. No quiero saber nada de la música

-¿Ya ha pensado entonces de qué va a vivir?

- ¿Y a ti que te importa? No sé. Me moriré de hambre, yo que sé..., me da igual

- Tiene un mal día, ¿no?

 

- Sí.”

En otros medios más valientes publicaron sin despeinarse titulares como “Jaime Urrutia se retira” o “Jaime Urrutia dejará la música en 2007”. La historia fue tan descabellada que ni el propio artista hizo el más mínimo amago de desmentir tremenda estupidez. “Los hechos valen más que las palabras”, pensó, y pocas semanas después de aquella entrevista decidió anunciar la próxima grabación de un disco en directo. Un álbum que será, además, el primero en directo en toda su extensa carrera. O sea que no se retira.

Si hubiese títulos honoríficos en este terreno, el de “Desmentidora Oficial del Universo” se lo llevarían a pachas Britney Spears y sus asesores y managers. Todos los días del año en algún lugar del mundo se publica una información extraña y llamativa sobre la artista y pocas horas después fuentes oficiales la desmienten. Una y otra vez. Aunque no haré esta semana muchas bromas sobre el calibre de los cotilleos de Britney porque lo último que se ha filtrado a la prensa hace unas horas –y por supuesto, ya ha sido desmentido por su entorno- es que la niña en crisis del pop mundial ha vuelto a intentar suicidarse.

Lo de los desmentidos es una plaga sin final consecuencia del mundo de las nuevas comunicaciones. ¿Cuál es la razón de tanto –y a veces tonto- desmentido? Quizá sea que las autopistas de la información no distinguen la calidad de lo que trasladan, sólo valoran la velocidad. Quizá que el número de medios de comunicación se ha multiplicado y los artistas deben hacer demasiadas entrevistas en cada promoción como para tomárselas todas en serio. No lo sé. Tal vez haya un poco de todo.

Lo único que sé es que a la hora en que escribo esto me llega una información, cuya fuente es el Diario de León, con un nuevo e imprevisto desmentido que ha tenido lugar en los últimos días: “Café Quijano no se disuelve, tal y como aseguraban los últimos rumores digitales”. Es una plaga: no hace ni un mes que la cantante de La Oreja de Van Gogh tuvo que desmentir que fuera a abandonar su grupo para iniciar una carrera en solitario. La gravedad de estos casos es mayor porque ambos desmentidos provienen de rumores sin un origen definido. O sea, para colmo, no se lo puede echar la culpa a nadie.

No sé si terminar desmintiendo la autoría de este artículo, para no desentonar. ¡Cielos!, ¿de quién estaremos aprendiendo el arte del “desmentido oficial”?

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